HOTTERSMANAUVERS / VIAJE MTB

La semana pasada viví una experiencia brutal con Basque MTB y los remontes de Pyrenees Conexion. Arranqué en Benasque, perdiéndome el primer día en el Valle de Aran (una pena, sí), pero eso no evitó que el resto del viaje fuera una pasada. Así empezó una aventura épica que cada pedalada se hizo más inolvidable.

Desde Benasque, el primer día comenzó con un "meeting" en toda regla con el equipo de Basque MTB y los cracks de Pyrenees Conexion. Cargamos las bicis, y empezamos con la senda de Santa Margarita en dirección a Castejón de Sos. La ruta, envuelta en hojas otoñales y raíces resbaladizas, nos puso en tensión desde el principio. La belleza del valle en otoño era increíble; cada rincón parecía salido de una postal, pero no te confundas... esa hermosura tenía su lado salvaje. Con el suelo cubierto de hojas y las raíces traicioneras, más de uno en el grupo iba con los dientes apretados.

Los guías de Basque MTB no solo nos guiaban; parecían magos del sendero, parando cada tanto para darnos los mejores consejos y prepararnos mentalmente para lo que venía en cada tramo. Su conocimiento de los senderos es oro puro: te sentías más seguro, y eso nos ayudaba a bajar rápido, sin miedo, pero con respeto.

Subimos al Coll de Fadas para lanzarnos por rutas como la Endurera y la famosa Bisaurri Express. En ese tramo, el grip estaba en su punto y la luz del día parecía hecha a medida. El paisaje verde y otoñal era algo fuera de serie. Una bajada que parecía interminable y perfecta, el tipo de experiencia que uno solo sueña antes de sentir la adrenalina al máximo.

Llegó el segundo día, y ahí sí que empezó la caña. Cargamos bicis y cruzamos el Puerto de Sahún para adentrarnos en el Valle de Chía. ¿La ruta? Solo se puede definir como "pura épica". Pedalear, portear, pedalear, y vuelta a portear. Subir era un desafío constante, pero esas subidas se sentían como pequeñas victorias. Y la llegada al Ibón de Plan... ¡guau! Es uno de esos sitios que cortan la respiración: un lago rodeado de montañas donde la belleza te deja sin palabras. Una postal en movimiento.

A medida que descendíamos, los senderos se convertían en auténticos ríos de flow y piedra suelta, haciendo que cada curva fuese un nuevo reto. Las raíces y las rocas parecían puestas a propósito para probarnos. ¡Pero qué subidón de adrenalina! La última bajada hacia Saravillo fue como un "bonus level", un tramo de pura diversión y curvas enlazadas con un flow increíble.
Y no olvidemos la comida en Saravillo: paella para todos. El grupo, lleno de riders de todo el mundo, no paraba de compartir historias y risas, y claro, ese momento fue épico. Después, cargamos las bicis y nos fuimos a por las últimas bajadas del día, esta vez por el mismo trazado que la carrera Trans-Nomad. Las secciones dentro del bosque eran de otro mundo: mojado, resbaladizo, pero increíblemente divertido.

Al tercer día cruzamos el túnel hacia Francia. Las bajadas en Fabian fueron espectaculares, llenas de hojas que tapaban el camino, haciendo que todo fuera pura intuición. El suelo estaba cubierto de colores otoñales, y el flow de esos senderos era adictivo. Luego pasamos por Loudenvielle y su bike park, donde me tocó hacer una de las bajadas sin cadena (¡sí, sin cadena!), improvisando soluciones con la herramienta y sacando todo el lado mecánico que llevo dentro.

El cuarto día fue, sin duda, el más épico: ¡el ascenso al Pico Comodoto! Aquí los niveles de ciclo-alpinismo se dispararon. Subir, portear, escalar con la bici a cuestas... un reto total, pero las vistas desde la cima lo valieron todo. Desde allí se veía el Monte Perdido nevado, y a cada paso sentías que estabas en un lugar único. 

La bajada fue otro reto. Empezamos por una arista rocosa, y en cada tramo la adrenalina subía como nunca. Piedras sueltas, vistas espectaculares, y la sensación de estar en el borde de la montaña. Fue una experiencia única, al más puro estilo Pedalejo.

El viaje cerró en los senderos de ENS y Fabian una vez más, en una jornada final de flow y risas, perfecta para coronar esta experiencia. 

Sin duda, un viaje al corazón de los Pirineos que hizo que mi bici y yo volviéramos con el alma llena de montañas, hojas, y bajadas inolvidables.